05
oct
2009

Cuento: El Niño

Había una vez, un niño pequeño que comenzó a ir a la escuela. Era bastante pequeño y la escuela muy grande. Cuando descubrió que podía entrar en su aula desde la puerta que daba al exterior, estuvo feliz y la escuela no le pareció tan grande. Una mañana, su maestra le dijo:

- Hoy vamos a hacer un dibujo.
- ¡Qué bien!- pensó el niño.

Le gustaba dibujar y podía hacer de todo: vacas, trenes, pollos, tigres, leones, barcos. Sacó entonces su caja de lápices y empezó a dibujar, pero la maestra dijo:
- ¡Esperen, aún no es tiempo de empezar! Aún no he dicho lo que vamos a dibujar.
Hoy vamos a dibujar flores.
- ¡Qué bien! - pensó el niño.

Le gustaba hacer flores y empezó a dibujar flores muy bellas con sus lápices violetas, naranjas y azules. Pero la maestra dijo:

- ¡Yo les enseñaré cómo, esperen un momento!
- y, tomando una tiza, pintó una flor roja con un tallo verde.
-Ahora pueden comenzar - dijo la maestra.
El niño miró la flor que había hecho la maestra y la comparó con las que él había pintado. Le gustaban más las suyas, pero no lo dijo. Volteó la hoja y dibujó una flor roja con un tallo verde, tal como la maestra lo indicara.
En otro día de clases, la maestra dijo:
- Hoy vamos a modelar con plastilina.
- ¡Qué bien! - pensó el niño.

Le gustaba la plastilina y podía hacer muchas cosas con ella: víboras, hombres de nieve, ratones, carros, camiones; y empezó a estirar y a amasar su bola de plastilina. Pero la maestra dijo:

- ¡Esperen, aún no es tiempo de comenzar!
Ahora vamos a hacer un plato - dijo la maestra.
- ¡Qué bien!- pensó el pequeño.
Le gustaba modelar platos y comenzó a hacerlos de todas formas y tamaños. Entonces la maestra dijo:
- ¡Esperen, yo les enseñaré cómo! - y les mostró cómo hacer un plato hondo.
- Ahora ya pueden empezar.

El niño miró el plato que había modelado la maestra y luego los que él había modelado. Le gustaban más los suyos, pero no lo dijo. Sólo amaso otra vez la plastilina e hizo un plato hondo, como la maestra lo hizo.


Muy pronto, el niño pequeño aprendió a esperar que le dijeran qué y cómo debía trabajar, y a hacer cosas iguales a la maestra y nunca volvió a hacer nada él sólo.
Pasó el tiempo y, sucedió que, el niño y su familia se mudaron a otra ciudad, donde el pequeño tuvo que ir a otra escuela. Esta escuela era más grande y no había puertas al exterior a su aula. El primer día de clase, la maestra dijo:

- Hoy vamos a hacer un dibujo.-
- ¡Qué bien!- pensó el niño, y esperó a que la maestra dijera lo que había que hacer; pero ella no dijo nada. Sólo caminaba por el aula, mirando lo que hacían los niños. Cuando llegó a su lado, le dijo:
- ¿No quieres hacer un dibujo?
- Sí -contestó el niño-, pero, ¿qué hay que hacer?
- Puedes hacer lo que tú quieras - dijo la maestra.
- ¿Con cualquier color?
- ¡Con cualquier color - respondió la maestra. Si todos hicieran el mismo dibujo y usaran los mismos colores, ¡cómo sabría yo lo que hizo cada cual!
El niño no contestó nada y, bajando la cabeza, dibujó una flor roja con un tallo verde".

0 comentarios:

Publicar un comentario